Durante los peores días de la pandemia, las ciudades recuperaron su noche. Estudios del cielo de Berlín o Granada muestran que la contaminación lumínica se redujo hasta la mitad. Sin embargo, la recuperación de la oscuridad no se debió a un apagón generalizado de las luces, que siguieron encendidas, en especial las del alumbrado público. La mejora vino de la reducción del tráfico (también el aéreo) casi a cero. Al haber menos coches y aviones, hubo menores emisiones que limpiaron la atmósfera, dejando que la luz escapara al espacio.
Como la atmosférica o la sonora, la contaminación lumínica tiene un impacto en los ecosistemas, en muchas especies de animales o en la salud humana. Pero no es fácil determinarlo porque es complicado apagar toda una ciudad o una región. Por eso los científicos han aprovechado el experimento natural que fueron los días de confinamiento de los meses de marzo o abril.
Uno de los cielos analizados fue el de Granada. Investigadores de Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) y las universidades Complutense y de Exeter (Reino Unido) revisaron las imágenes de un satélite de la NASA que barre la Península a la 1.30 (y otra vez por el día). Se centraron en las pasadas de los días de marzo, abril y mayo de este año y los dos anteriores. En tierra, usaron tres instrumentos SQM, una especie de fotómetros que miden la luminancia del brillo nocturno. Y completaron el trabajo con los registros de este brillo tomados desde el observatorio astronómico de Sierra Nevada.
“Observamos que se redujo la contaminación lumínica en la primera parte de la noche”, dice el investigador del IAA Máximo Bustamante, principal autor de la investigación. En concreto, la emisión directa de luz desde las últimas horas de la tarde hasta las 12 de la noche bajó en un 20%. Un porcentaje que se elevó hasta el 40% en la banda del azul, la que emite la mayor parte de la tecnología LED desplegada. Pasada la medianoche, la bajada respecto a los mismos días de los años anteriores apenas llegó al 10%.
La diferencia entre franjas horarias y por banda del espectro lumínico da pistas de qué luces se apagaron y cuáles no. “El alumbrado privado, como el de los hoteles o los rótulos, pero también el del tráfico protagonizaron el descenso”, comenta Bustamante. El cierre de toda la actividad no esencial y el confinamiento redujo al mínimo la presencia de coches en las calles. Pero, más que la ausencia de sus faros, los vehículos dejaron de emitir partículas a la atmósfera y eso fue clave para reducir la contaminación lumínica.